En estos días he estado realmente ocupada, se me van las horas volando y no me ha dado mucho tiempo de estar en la computadora escribiendo algo en el blog, pronto les platicaré el porqué de todo esto, vienen algunos cambios en nuestra vida y espero que todos sean muy buenos, por lo pronto andaré un poco desaparecida en las siguientes dos semanas pero prometo ponerme al corriente cuanto antes.
De momento les dejo una nota que leí apenas hoy, quizá algunos ya la hayan leido pero me parece digno de seguirse publicando para que más personas tengan la oportunidad de leer cosas buenas como ésta y tener fé de que cuando se quiere se puede! 😉
La nota es buena, la intención tambien, pero yo le cambiaría algunas cosas como la de que todos los chicos con Síndrome de Down son como Peter Pan, que serán niños para siempre, por supuesto que no! creceran y serán adultos, con gustos y necesidades como cualquier otro, así que creo que es muy importante empezar a trabajar también en ese aspecto tanto con la familia y amigos como con el resto de la sociedad para ir borrando esa idea que lo único que hace es perjudicar más a nuestros chicos y encasillarlos en algo que no son.
Pasión Down por el arte
Luis posee un cromosoma extra en el par número 21. Tiene síndrome de Down y acaba de ganar el concurso de pintura Arte Down que organiza el Museo Thyssen. Sus trazos demuestran que el arte no entiende de límites.
MARTA BARROSO | MADRID
Hay reportajes, como éste, que nacen por pura casualidad. Y hay reportajes, como éste, que te hacen bendecir tu profesión por todo lo que te da. Inmersos en el mundo en el que vivimos y a la velocidad a la que vamos parece que nunca tenemos tiempo para pensar en muchas de las cosas o las personas que nos rodean. ¿Para qué? Bastante tenemos con tirar de nuestro carro. Pero un buen día alguien que quieres te llama y te cuenta emocionada que su hermano ha ganado la edición de este año de un premio de pintura que otorga el Museo Thyssen-Bornemisza. «Pero ¡qué ilusión!, no me lo puedo creer, mándame la foto del cuadro por email que lo quiero ver». La obra «Estudio sobre Van Gogh» es impresionante. El artista, Luis Sainz de la Cuesta, tiene 39 años y una pequeña diferencia que le hace ser distinto de la mayoría de los mortales: tiene un cromosoma extra en el par número 21. Es decir, síndrome de Down. Y es el flamante ganador del concurso de pintura Arte Down del citado museo. Pero no sólo eso. También se ha llevado el segundo accesit del «XVIII Concurso Internacional de Pintura y Dibujo para personas con síndrome de Down». Junto al resto de los galardonados recibió ambos premios de manos de la Infanta Elena el pasado miércoles en una ceremonia llena de emoción y ternura.
El rincón de los artistas
Con la curiosidad a flor de piel decidimos descubrir el universo donde Luis, junto a otros compañeros, se ha hecho un profesional en el arte de la pintura. Y llegamos hasta «El Taller de Peter Pan» un estudio que lleva más de veinte años funcionando gracias a la generosidad de la Basílica de la Milagrosa de Madrid -que les cedió un aula en el palomar- y el esfuerzo y al cariño de su directora Cristina Franco, licenciada en Bellas Artes y profesora del colegio Ramón y Cajal. Tras subir múltiples escalones llegamos casi al cielo de Madrid. Y nunca mejor dicho. Porque desde que traspasas el umbral de su puerta te encuentras en un lugar mágico donde un grupo de personas de entre 15 y 50 años -casi todos con síndrome de Down y algunos con otro tipo de discapacidad- que poco, o nada , tienen que ver con las que rodean nuestro mundo. Me explico. Caras alegres, curiosas, amplias sonrisas. La felicidad irradia por cada rincón y una vez entras ya no quieres salir.
¿Qué tendrán estos chicos? Luis, Mamen, Ana, Pablo, Paloma, Pablo, Jesús, Rafa, Mercedes, Alfredo, otro Luis, Patricia. Espero no olvidarme de ninguno. Con sus batas de pintores, sus pinceles, sentados o de pie delante de su caballete te saludan con un beso y siguen a lo suyo. Pero sin perder comba. La entrevista -que acaba siendo una auténtica puesta en común de todos- comienza con Luis Sainz de la Cuesta, el flamante ganador. «Llevo veintitrés años aquí, vengo dos días a la semana y me lo paso genial. El cuadro que se ha llevado el premio tardé casi dos meses en hacerlo. Cuando me enteré que había ganado me puse muy nervioso, me emocioné y le dije a mi madre: vamos a quemar Madrid para celebrarlo». Grandes risas. Y sigue y no para. Habla de su trabajo como administrativo,de su familia, sus sobrinos «lo que más quiere en el mundo» y de Cristina, la «profe», a la que adora, pero «es buena sólo «a veces»». Y se parte de risa.
A partir de aquí es casi imposible hilar la entrevista. Tres premiados más este año, Pablo, Ana y Mamen toman la palabra. El primero me enseña la carta en la que le dicen lo que ha ganado, pero enseguida me cuenta que tiene una sorpresa para mí. «Soy actor, ¿sabes?. Además trabajo en el taller del colegio».
Entonces empiezan todos a quitarse la palabra. «Cristina es un diez», dice Ana. «No, un veinte», apunta Mamen. Ambas, amigas, hacen también «psicoballet» y han viajado por España «y también hemos ido a Luxemburgo». Les encanta «Mira quien baila», opinan sobre los concursantes, son independientes y hacen más de lo que haríamos cualquiera de nosotros.
«Yo he salido en la tele en algunas series y he hecho un corto. Eso sí, no soy nada «deportivo», soy muy tranquilo». Jesús, que tiene retraso madurativo, asiente con una gran sonrisa. Entonces entra en acción Paloma, la hermana de Cristina, que también es «down». Habla de Luis, su mejor amigo, que además fue su novio «pero ahora ya no», de cuando fue campeona de España de natación, de su ordenador chulísimo…. «Además, soy poeta». No lo dudo. Poeta y mucho más. Como todos. Unas horas con ellos son suficientes para darte cuenta que son diferentes, no por el cromosa que está fuera de su sitio, sino porque son una lección de vida. Son de una pasta especial. «Yo siempre digo que todo el mundo debería tener un «down» en casa», puntualiza Cristina. Así el mundo sería un poquito mejor.
El taller de Peter Pan
La luz entra por todos lados. Los tubos de pintura se acumulan en todos los rincones y los caballetes muestran orgullosos sus lienzos. Los alumnos, siempre niños —como Peter Pan— están felices. No paran de llamar a Cristina, el alma mater de este pequeño estudio que desde que nació ha conseguido ya más de una treintena de premios. «La idea nació por unos amigos que tienen una hija con síndrome de Down a la que le gustaba pintar y que consiguieron que les dejaran este espacio. Comencé a dar clases con ella, mi hermana Paloma y dos alumnos más. A partir de ahí empezó a crecer y siempre con alumnos “down” o con una alguna discapacidad», indica esta mujer llena de energía. «Para mí estas tardes son lo mejor de la semana. Mis alumnos son parte de mi familia. Cada día te sorprenden más por como son, el afán de superación que tienen y lo independientes y autónomos que llegan a ser. Siempre hemos tendido a protegerlos demasiado. Ha sido un error». Para ella es un privilegio trabajar con ellos. Y pide a la sociedad que nunca les olvide. Porque para que siempre tengan una buena calidad de vida, dependen de todos y cada uno de nosotros. O mejor de nuestra conciencia, con mayúsculas. «Y la de los políticos», dicen Rafa y Carmen padres de dos chicos que estudian aquí, «A nivel político no te hacen ni caso. Tanta dependencia y luego nada». Lo de siempre.