Al principio me angustiaba pensar en cualquier tipo de análisis o pruebas de laboratorio, inmediatamente mi corazón se estrujaba por el temor de que Benjamín tuviera alguna enfermedad, sobre todo pensando en que a mi hija mayor nunca tuve que hacerle puebas de laboratorio religiosamente una vez por año, únicamente si el pediatra lo indicaba, entonces pensaba que si a él había que hacerle las pruebas al menos una vez al año es porque tenía altas probabilidades de padecer alguna enfermedad sin que yo me diera cuenta.
Ahora creo que a todos nuestros hijos con o sin una discapacidad deberíamos hacerles estos controles anuales para corroborar que todo se encuentra bien. He aprendido a ser mamá de un pequeñito con síndrome de Down, cual es la diferencia (comparada con aprender a ser mamá de mi primer hija)?, la diferencia (desde mi punto de vista) es que ahora confío un poco más en mi intuición, conozco un poco más de las señales que me da el cuerpo de mi hijo y sobre todo confío en esa gran capacidad que Dios le dio para ser un luchador que se sobrepone ante la adversidad y que está bien aferrado a la vida, que sé que por muy difícil que parezca alguna situación él solo es capaz de enseñarme el camino.
No debemos temerle a los controles médicos, más bien hay que confiar en que se les debe realizar solo para corroborar que están bien, que el hacerlo no implica que tenemos un hijo enfermo, y confiar en que nuestros niños son fuertes a pesar de esa imagen de fragilidad, con ese cromosoma extra viene tambien más fuerza, más amor a la vida, más entrega y más lucha.